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Alguna vez Sergio “Oveja” Hernández dijo que “lo malo de trabajar de lo que uno ama es que cuando a uno le va mal duele el doble”. Recuerdo que luego, en una charla de entrenamiento, me dijo, reforzando esa idea, algo como “nunca vi a un bancario ponerse a llorar si los números le dan mal”. Y cuánta razón tenía. Es cierto que ningún trabajo está exento de frustraciones, pero las frustraciones en el deporte, donde la competencia es clara y a veces el trabajo previo a partido es desgastante y arduo, suelen ser mayores a las normales.
Sin embargo, a la par de estas frustraciones que he tenido últimamente, me viene sucediendo algo grandioso también: El Día Después.